viernes, 14 de octubre de 2016

PARA EL AMIGO AUSENTE

PARA EL AMIGO AUSENTE


Hoy estuve esperando tu llamada que no llegó. Hoy estuve recordando lo que hubiera sido recibir tu llamada si no te hubieras ido, pero la realidad es contundente, no estás. Quién sabe, como las veces pasadas me hubieras llamado para decirme “Curito” te estoy llamando para que me saludes. Y sin duda nos hubiéramos cagado de risa de la vida, de nuestras arrugas, de los años, de las canas, de nuestras tragedias, de nuestras risas, de los amigos, en fin.
En el patio trasero de los “Libios” construyendo aquel castillo de fuegos de artificio de fósforos amarrados con pabilo mojado en una latita de kerosene y paquetitos de azufre junto a los pocos amigos que éramos, porque casi todos se habían ido a Lima. Los fósforos provenían de la tienda de mi papá, el azufre de la tienda de tu papá, el pabilo y el kerosene de la tienda de los “Libios”. Los que no tenían tienda de donde hurtar los “ingredientes” para el castillo, traían el carrizo en los que se iban instalando pacientemente los fósforos, los paquetitos de azufre para encenderlos y disfrutar de ese precario castillo después de la corrida de toros con los feroces toros a los que el “Ismu” controlaba con la cuerda, amarre de los cerdos liberados para ese fin. Eran días posteriores a la fiesta patronal en la que replicábamos en nuestra mente infantil al máximo de todo aquello que sucediera en Chacas.
Nuestro universo que era Chacas  y todo cuanto se produjera en él, se replicaba luego como en una maqueta. En aquel patio trasero de la casa doña Celinda, que a veces nos increpaba por el desorden que producíamos en su no tan apacible corral de cerdos.
Llegaban los carnavales a Chacas y en el traspatio también se erigía un madero de sauco, orlado con serpentinas, talco, escazas frutas; pero, en el patio trasero también tenía su  chiwalo.
Luego llegó a nuestras vidas ese periodo en el que espíritu angustioso y enmarañado se apodera de cuanto nos sucede. Entonces empezaron los bailes, empezaron a tomar vida las chicas. Por ese embelesamiento que producen las mujeres alguien se cayó del muro de don “Mañumariluz” de tanto mirar a las nietas.
Empezaron las “janaras” como dijera un día el chino Jorge, un día como hoy en la sala grande de la antigua casa de tus abuelos. Teníamos que empaquetar quién sabe un jaboncillo o tal vez un par de docenas de caramelos para obsequiarnos como regalo de cumpleaños. Después vinieron las fiestas en la casa del “Barrio Alto” como te gustaba llamarlo, barrio donde vivian los “Moishes”  también,  en aquella casita que hubieras querido que fuera de resipol. En ella se reunían la crema y nata de la belleza que inspiraba decir “Chacas que lindura”. En ella al son de una cumbia, talvez “Cariñito”, torneando los brazos de manera sincronizada, o un zapateo de un anodino huayno o quién sabe de un ritmo loco de “The Queen and Revolution” empezábamos a cortejar a aquellas chiquillas en quiénes también empezaba a despertar ese no sé qué las inquieta.
De esa época, como no recordar que enfundado en un poncho habano mientras intentabas deslizarte por la ventana de la casa de la gordita que quitaba tus sueños, te atascaste entre los barrotes de fierro de la ventana y tuvimos que jalarte de los pies y a duras penas liberarte pero el pánico ya había cundido entre la vecindad del frente. Cómo olvidar que el día de tu “matri” esa misma chiquilla la de la ventana, acompañada de un joven delgado espigado y barbón salía a contemplar la hermosa luna; fue sorprendida por la madre de esta en la puerta, y el joven no tuvo otra alternativa que pedir permiso: “Señora, puedo salir con su hija a dar un paseo” a lo que la vieja media ebria replicó: “Anda no más, barbón de mierda.”
Como olvidar tu sencillez, tu fidelidad a todo, tu pasión por Chacas y tus amigos, tu amor por tus padres, tu mujer, tus hijos; como olvidar que se te iba la babita por tus nietos, tu vocación de imitador. Tu increíble paciencia para escuchar y no amargarte ante nada.
Hoy no me has llamado, “hoy estoy en el poyo de la casa, donde nos haces una falta sin fondo” como diría Vallejo, tal vez sería pertinente agregar que hoy también te estamos esperando con un vaso de chela Pilsen helada en algún patio de una casa antigua esperando tu sonrisa franca, entrando con una anécdota entre manos y un abrazo fuerte en ciernes.

Feliz cumpleaños Coñito. No te hemos olvidado,  sigues viviendo entre nosotros. Solo has cambiado la forma de existir.