viernes, 17 de octubre de 2014

NUESTROS AMIGOS


Raúl Melgarejo
Lima, Setiembre, 2014

A: Pedro Rodríguez C.
Mi  ex condiscípulo de la Escuela Fiscal “Puquio Calle”  un hombre cabal,
un hombre  comprometido con las causas nobles del pueblo.

NUESTROS AMIGOS II

            En esta distancia que nos agobia, soportando el inapelable embate de los años y sus duras implicancias, regresan tímidos a nuestra mente, borrosos recuerdos que el tiempo había tratado quitarnos, recuerdos de la primera etapa de nuestra infancia. En esos venturosos tiempos sin que nosotros lo sospecháramos la muerte nos seguía a todas partes,  pero la sabiduría natural de  Don Horacio y después de Doña Ishiquita, en muchos casos nos libraban de sus asechanzas, ya con emplastos, infusiones de hierbas curativas, etc. Pero en ciertos casos fue tan cruel e implacable el mandato de la parca, que nuestro médico tradicional no pudo rescatarlo de sus garras a su engreído César, quien raudo sucumbió a las fiebres de la neumonía. Otro doloroso caso fue de Emerenciano, cuando “gala chaqui” corríamos tras una pelota en la plaza; ante nuestro estupor comenzó a convulsionar regurgitando sangre viva, de esta forma se fue el mejor futbolista de ·”tuncush” quien no pudo cobrarle a la muerte. Saliendo de este farragoso tema, nuestra ansia es entregarles recuerdos, que a continuación me permito narrarles.

ESCUELA FISCAL.- El primer día de clases en nuestra Escuelita Fiscal de “Puquio Calle” llegamos al destartalado recinto, luciendo nuestra dominguera vestimenta, con la nota discordante de un “párvulo” que llegó enfundado en un impecable guardapolvo blanco, que blanco de nuestras chanzas, de Godo, Wilbur, Vicente, Pedro, César, Teodorico y el díscolo Justiniano entre otros. Acto seguido recibimos una pizarrita personal con su respectivo aditamento para hacer los primeros trazos de nuestro aprendizaje. En el segundo día de clases, la abusiva presencia de “Wiscu” Jushti                  –con el puño ya loqueado en labores agrícolas- sin móvil de por medio, nos hacía llegar golpes en los intercostales que nos quitaban el resuello, este “bullying” hizo nuestra resistencia de volver a clases, pero fue tan fuerte la contundencia de un correazo de papá, que hizo amainar nuestra rebeldía.

EVANGELISTAS.- El compadre Manuel Rincón, era un lugareño de mediana estatura, siempre encasquetado en un sombrero de paño negro, tenía una acogedora casa en el extramuro del pueblo, era una persona hospitalaria, siempre presto en salir en ayuda del prójimo y como es de suponer era fiel devoto de nuestra “Mama Ashu”, por tanto cercano colaborador del cura. Pero en una ocasión alborotó el sosiego de la beatas, cuando este feligrés alojó en su casa a un grupo de evangelistas y luego en el colmo de la desfachatez los presentó en el quiosco, para que estos seguidores de Jehová, con sus cánticos y proclamas buscaran captar adeptos a su fe, no se duda que este compadrito ganaba indulgencias por angas y mangas.

EL CADETE.- Como suele ocurrir en todo pueblo pequeño, nuestra vida giraba entrelazada con la familia, paisanos y vecinos; en una ocasión el Pasaje Olaya se conmocionó con el arribo de Diómedes –Cadete de la Benemérita Guardia Civil- de tal forma que nuestro pasaje se atiborró de curiosos; Doña María y sus medio hermanos del visitante, no se cansaban de celebrar este acontecimiento; por cierto, se trataba de un joven bien plantado, que en su uniforme relucía su capa de paño color azul en el anverso y rojo en el reverso. En Misa del domingo, todos los feligreses fijaron sus miradas en este ilustre paisano –que pronto sería jefe de los “Huairuros”  -causando la incomodidad del cura Rodríguez, quien remató su sermón tratando el tema de la vanidad.

EL PRESTIDIGITADOR.- No sabemos en qué momento y cómo llegó con los arrieros; el ventrílocuo y prestidigitador Escalante, una persona de rasgos físicos poco comunes entre nosotros; llegó acompañado de Charmot, para que quede claro, éste no era un ser viviente, sino un muñeco cachetón, que nos hacía llegar la alegría con sus hilarantes chascarros salpicados de chismes. Otro acápite merecen los números de prestidigitación de Escalante, que con su consabido “Ajalay Majalay” hacía aparecer y desaparecer objetos. Pero el tiempo siguió su curso, en cada viaje la sonrosada tez de Charmot se fue desaliñando en cada viaje a nuestras alturas andinas.

El Prestidigitador y Ventrílocuo


           Fuente: acuarela de Lorena Bonillo


… llegó acompañado de “Charmot” que no era un ser viviente sino un muñeco cachetón…

VICOSINOS.-  En las vísperas de la fiesta grande de “Mama Ashu” trasmontando las tortuosas cumbres del Portachuelo, aparecían los vicosinos en nuestra plaza, cholas frescas y redondas “con sus polleras soltando carcajadas de colores” y recios cholos de poncho listado, esos “urpos” sin fondo de postín; eran los vicosinos que llegaban a rendirle pleitesía a nuestra tierna patrona, llegaban con su “sargento” estrafalario danzante, ataviado de una gastada levita negra tachonada de “oropeles” que danzaba entonado con las notas de una flauta, flauta que al morir la segunda tarde taurina, desmenuzaba desgarradoras notas de despedida, que ensombrecía el ánimo de la gente y así se iban los vicosinos, ahítos de chicha y comilona anunciando su retorno a nuestra “Marca Fiesta”; pero llegó el día que no regresaron más; dicen que porque una misión de Antropólogos de la Universidad de Cornell de EE. UU llegados a esa comunidad indígena, hizo que se corten esos lazos de amistad que nos ligaban desde tiempos inmemoriales.
Llegada de los Vicosinos
en las Vísperas de “Mama Ashu”




            Bueno, como epílogo de estas narraciones, les decimos que muchos caminos llanos y otros llenos de abrojos habíamos recorrido y en este andar hace algún tiempo, recalábamos en Ancón para la festividad de “Mama Ashu”. Como algunas imágenes dejan huella en uno, a pesar de los largos años transcurridos y usar gafas oscuras para proteger su ojo malogrado, reconocimos a “Wiscu” Jushti y como una forma de refrescar la memoria, le mencionamos de sus bravuconerías en la Escuelita Fiscal y éste muy suelto de huesos –ante la estupefacción de los presentes- nos lanzó la lapidaria sentencia: “Oye she, hoy también te puedo sacar la chochoca”.
            ¡Pobre paisano! para él el tiempo se había congelado, porque seguía siendo el mismo camorrista de “Ranra calle”.