jueves, 10 de octubre de 2013

EL BARBERO DE CACHCA


Sobre los avatares de un oficio



Estar sentado atendido en la peluquería no es solo un momento de peculiar cuidado de la presentación personal, sino también ocasión propicia para confesiones de toda laya con inesperadas y divertidas consecuencias.


Por Manuel Roca Falcón

Uno de los artesanos más cotizados en los pueblos de nuestra serranía ha sido, es y será el peluquero. Es un oficio que implica cierta pericia para esquilar el cabello de los seres humanos cuyo propósito tiene que ver con la higiene, básicamente, y la estética, eventualmente. En Chacas hemos tenido peluqueros de diversa laya; como aquellos herederos de la estética nazi, dentro de los cuales podemos encontrar al peluquero errante a quien llamábamos “Bok, Bok alemán”, dentro de los cuales estaban también mi padre y el tío homónimo de mi padre. Había también aquellos que traían la onda moderna, y de ellos es inevitable recordar la efímera existencia de la peluquería Baber Shop, de nuestro finado amigo Rigoberto Amez, que en sus correrías por la costa había aprendido aquel oficio riguroso de barbero. Dentro de esa onda existió, durante mi época escolar, la peluquería de don Samuel Pajuelo, viejo oficioso de quien decían tenía siete oficios. (Un paréntesis: como su esposa apellidaba Villachia, a sus hijos los bromeaban en la escuela con la frase: “Ya se jodió Pajuelo, se perdió mi billa chica”).

Durante mi época escolar, el peluquero más requerido era don Samuel Pajuelo, hombre curioso y emprendedor que instaló una peluquería en los predios de Cachca en cuyas instalaciones uno podía ver un inmenso espejo que reflejaba el cuerpo entero de sus eventuales clientes y un inmenso sillón giratorio, más parecido a una silla de dentista, que a primera impresión inspiraba temor. En aquel paquidérmico sillón soportando eventualmente un jalón de mechas producto de un diente roto de su roída máquina de peluquear, esperamos la ejecución de aquel corte cuadrado que había traído como novísima moda a estos alejados dominios olvidados hasta por Dios. Al frente estaba, como recordándonos el pago inmediato de las monedas que tintineaban en el bolsillo, aquel antiguo cartel colgado de un clavo donde se leía: “Yo vendí al crédito, yo vendí al contado” mostrando a un hombre delgado derrotado frente a otro rechoncho que, con las manos en el tirante, se mostraba pletórico de éxito.

Las peluquerías en cualquier lugar son y han sido si no el centro neurálgico del rumor y el chisme, por lo menos del comentario y la sana recomendación. Un día, un parroquiano de Vizcas se hacía esquilar la crecida cabellera mientras intercambiaba comentarios sobre la escuela y el rendimiento escolar. Le comentaba el preocupado vizcasino de las frustraciones que le ocasionaba su menor hijo estudiante del colegio con notas desaprobatorias. Ante lo cual el peluquero le comentaba la importancia de una buena alimentación para el buen desempeño de los alumnos. Sobre esa aseveración, el descontento campesino le replicó: “Don Samuel, alimentación  no creo que sea, porque imagínese, este año ya nos hemos comido dos portolas”, provocando una hilaridad contenida del viejo peluquero, que solo atinó a arquear el entrecejo. 
(Publicado en "El Pregonero" del año 2013)

sábado, 5 de octubre de 2013

CASHA WALTO, EL MINERO DEL INFORTUNIO

El Maestro Celso Vidal Villanueva, mi tío, en la Plaza de Chacas. Un recuerdo de las largas charlas, luego del lonche, bajo la intensa mirada de sus ojos azules, apurando su interminable anecdotario.

  
Una tarde cercana al anochecer, el maestro Celso, recibió la visita de Casha Walto, cuyo nombre verdadero era Heriberto Cerna Egúsquiza, su amigo vocinglero  y soñador que vivía en Ichic Colpa cerca al río, contándole al viento sus sueños de esplendor.  Colgadas por sobre el somier del catre, las cuerdas  que sostenían las piedras para mantener el  tobillo recto, provocaban un hormigueo en las piernas del maestro Celso; quien yacía en el camastro que le habían improvisado en un cuarto de la planta baja de la casa. Pues curaba la fractura del tobillo producto de un pie vengador puesto  en el momento y el escenario preciso para disimular la venganza de un marido humillado. No tenía otra alternativa que soportar el suplicio de permanecer tirado en la cama durante los tres meses que había recomendado el huesero para que soldaran los huesos de la tibia izquierda fracturada. Solo la lectura de algún libro de Vargas Vila era su distracción durante esos días fríos de invierno en el que permaneció sobre la cama. El artero golpe que recibió en el tobillo durante un partido de fútbol le dejó la imborrable imagen de acometida bestial que le provocaba una sensación de asco. De hecho, el recuerdo de aquel acto cobarde, producto de la imputación de infidelidad, no se alejaba ni con las historias licenciosas de Vargas Vila, menos se quedaban ocultas cuando intentaba dejarlas escondidas entre las hendiduras de las vigas de la bóveda.  Esporádicamente recibía la visita de algún colega o algún familiar cuyos lamentos por el incidente, no hacían más que exacerbar su rabia y frustración por estar impedido de salir al portón de la casa, mirar el pasto verde de la plaza por donde caminara algún transeúnte y fumarse un cigarrillo mientras entre las ramas del ciprés del frente trinara imparable un zorzal.
Casha Walto era un viejo minero, con el rostro arrugado por los años y el trajín entre los farallones de las alturas de Chacas, que dilapidó su fortuna y su vida en busca de la legendaria mina de los Llashag, que según cuenta la gente; a la que sus dueños iban la escarbaban y cargaban un costal lleno de oro,  lo que les duraba para mantenerse un largo tiempo. Luego, estos pobladores originarios de Chacas, en agradecimiento por su suerte, heredaron la mina a Mama Ashu, la Patrona del Pueblo. Sin embargo, cuando murieron no tuvieron el cuidado de avisar la ubicación exacta de la mina. Solo quedó de su fama el rumor, además de su prodigalidad,  que estaba ubicada en las alturas de Mácuash, en la dirección de Pachan Puncu (La puerta lateral) de la Iglesia de Chacas.  
Casha Walto acabó su vida buscando aquella fabulosa mina, descuidando incluso la búsqueda que para muchos sería la más importante, la búsqueda de consorte que le ayudara a sobrellevar  los aciagos días de desilusión y fatiga de su eterna exploración minera. Nunca pensó en dejar heredad, todo lo que tuvo lo usó para alimentar aquel sueño quimérico. O quien sabe si no ideó la farragosa pesquisa de esa fábula, sabiendo  que nunca la encontraría; sino para olvidar alguna desilusión amorosa.
Ese día, ingresó al dormitorio del maestro Celso encasquetado de un sombrero habano, recién hormado en la sombrerería de don Crecencio Amez. Se lo quitó para saludar a su amigo y lo puso sobre la silla colocada contigua a la mesa, en la que flameaba una vela a medio consumir; que alumbraba la menuda letra del libro de Vargas Vila cuya lectura ababa de ser interrumpida por el maestro  para recibir al amigo. Llevaba además consigo un trasto desconocido para el maestro, el cual le motivó una intriga que se cuidó en no manifestar.
Apenas se sentó en la silla que le ofreció el maestro; luego del saludo y de apenarse de la dolencia del amigo, se desaforó en un extenso y épico relato de sus aventuras y exploraciones por cada uno de los centímetros cuadrados de los cerros que había caminado en busca de el "Dorado Chacasino", la mina que los Llashag dejaron a la virgen  del que solo había que llenar oro en un par de talegos para asegurar toda su existencia y de sus generaciones venideras. Le contó además que todas las alhajas de la Virgen; candelabros y diademas  habían sido hechos con el oro de esa  mina. Solamente lamentaba que hasta ese momento no había tenido la suerte de encontrar aquella bendita mina que le sacaría de la pobreza y del infortunio. “La Virgen está poniendo a prueba mi paciencia, pero un día la encontraré”, decía con esperanza. “Sabe maestro Celso, me he comprado este detector de minerales”, dijo señalando el trasto extraño con el cual había ingresado. “Me ha costado un poco caro; pero; vale la pena porque con esto encontraré si no es esa mina, cualquier otra”. Luego, lo encendió para mostrar al maestro su funcionamiento; y el detector casi inmediatamente empezó a chillar, y conforme lo movía hacia a la cama donde yacía el maestro se intensificaba el chillido. “¡Maestro Celso!, ¡acá debe haber un entierro!”, le espetó emocionado. Creyendo haber encontrado el tesoro que la Virgen le había reservado pretendió levantar el entablado del dormitorio, totalmente descontrolado. Ante tal alboroto los cuñados del maestro lo redujeron y a empellones lo hicieron desistir de su desenfrenado intento de desentablar el piso.

Ya calmado, en su casa,  en un  retazo del saco de papel de azúcar, premunido de un lápiz de carpintero, diseñó un croquis del tesoro escondido, con descripciones precisas que con el tiempo los ratones se encargarían de cifrarlos. Ese vetusto papel con el croquis, que remedaba el mapa de un pirata loco, un día llegó a las manos de un comandante del puesto policial... pero… esa historia será objeto de otro relato.

UNA CARTA DEL RECUERDO


Corrían los infaustos días del año 1998 en la que la dictadura Fujimontesinta hacía estragos de moral nacional y tal parece que la realidad de nuestros pueblos no ha cambiado. La carta que a continuación revelo tiene tan solo  fines terapéuticos y la suscribimos en ese entonces con la intención de recuperar la política para la decencia. Sin embargo, parece que estuviéramos hablando del presente, la realidad patéticamente no ha cambiado.
Lamentablemente nuestra invitación no tuvo la suerte de hacer cuerpo, no obstante vale la pena imaginarse que hubiera sucedido  si el profesor Antonio Noriega hubiera aceptado nuestra invitación, quien sabe si la historia de Chacas no sería diferente, porque qué duda cabe que es en ese periodo que se firmó la partida de nacimiento de la actual política de la dádiva.

Chacas, 27 de abril de 1998.
Señor:
Antonio Noriega Vizcarra.
Por intermedio de estas líneas, un grupo de exalumnos y amigos suyos le hacemos llegar nuestro afectuoso saludo. A pesar que han trascurrido muchos años de su inolvidable labor docente y social en nuestro pueblo, consideramos como si esto hubiese pasado hace poco.
Recordamos como si fuera ayer, cuando profesores y juventud,  de la mano, preocupados por el desarrollo de nuestro pueblo emprendíamos grandes jornadas de trabajo y gestión bajo la acertada dirección y dinamismo de su persona. Por eso al ver hoy la preocupante realidad de la actual gestión municipal que se caracteriza por un arraigado personalismo y figuración en desmedro de la institucionalidad democrática, con el agravante del desprecio de nuestra gente humilde y pasiva, ha venido y viene practicando una administración a espaldas del pueblo. Por esta situación como hijos propios de nuestro pueblo nos hemos inquietado por buscar un camino de reivindicación de las buenas costumbres y el respeto que cada uno de nosotros nos merecemos.
Por estas razón, evaluando y buscando nuevas alternativas y posibilidades, en el entendido que en su persona sigue aún latente las mejores aspiraciones de servicio y nada más que eso, para nuestro pueblo, este grupo de ciudadanos hemos visto en  usted la persona idónea y capaz, para revertir las pésimas gestiones, de esta década, que solo han traído atraso y frustraciones para nuestro pueblo. Acudimos por ello, a su intachable conducta moral y capacidad profesional, para proponerle sea usted el abanderado de estas aspiraciones, encabezando una lista independiente para el municipio provincial de Asunción, con miras a las próximas elecciones municipales.
Esta propuesta se la hacemos teniendo en cuenta, que quienes detentan el poder municipal, hacen uso y abuso de las maniobras políticas, aprovechándose de las urgentes necesidades e inocencia de nuestros campesinos;  por lo que vemos en usted una persona ideal para contrarrestar y anular estas insanas acciones.
Bajo este marco, los que al final suscribimos, muy seguros que lo hacemos a nombre de muchos más ciudadanos, nos comprometemos a trabajar junto a Ud. En este importante empeño cívico de manera incondicional.
Con la seguridad de que este anhelo no se nos será negado, nos despedimos reiterándole nuestro reconocimiento y más alta estimación.
Atentamente;

Delamar Conroy Melagarejo.
Rigoberto Balmaceda Cerda.
Edmundo Egusquiza del Rio.
Gustavo Conroy Solis.
Severo Arana Falcón.
Nemesio Minaya Cerda.
Francisco Huertas Handavaka.
Manuel Roca Falcón.
Orompelio Alva Cerna.
Aldo Cueva Domiguez.
Guillermo Roca Saavedra.
Irma Espinoza Cueva.
Asucena Portella Saavedra.