miércoles, 28 de noviembre de 2012

PUTAS EN EL ESCAPARATE



PUTAS EN EL ESCAPARATE

Pepe, diminutivo de José que fonéticamente no tiene relación con el nombre.  Sin embargo, viene de José que era el padre putativo de Cristo, es por eso que José es PP (Pater Putatibus).
Cuando en la Universidad Villarreal la cachiporra y el garrote habían reemplazado  a las ideas; cuando el joven Pepe Urquizo - ahora Ministro de Defensa - en nuestras reuniones estudiantiles intentaba imitar sin éxito los mohines y facundia del   hechicero de palabras que era Alan García; yo, me mantenía en Lima pordioseando la hospitalidad de los parientes y dilapidando en libros  las escaza pero generosa remesa que cada mes que mi madre me enviaba a la capital de mis dorados sueños. De hecho eran tiempos difíciles por un lado estaba  la demencial beligerancia de Sendero Luminoso, por otro lado la respuesta facistoide de los Comando Rodrigo Franco y otras sectas que pululaban generando temor entre la población estudiantil que osaba pesar diferente al pensamiento guía de la mafia instalada en la universidad, sin contar la crisis económica que cada día era peor.
Un día en el que, particularmente para mí, el atardecer dibujaba un ambiente  mustio  en las calles de la  Lima gris del centro, mientras merodeaba las partidas de ajedrez que longevos jugadores confrontaban con una parsimonia inescudriñable, me encontré en la Colmena con Pepe Ríos, a quien en el colegio conocíamos como “Yana Pepe”. Tiempos en que el  desasosiego  y la nostalgia se habían apoderado de mí y la única forma que recuperara la quietud era fumarme los veinte cigarrillos que traía el paquete de Premier; esto claro, si el dinero me alcanzaba; porque sí no tenía que recoger los puchos que había lanzado a la azotea que se veía desde cuarto en la que me había confinado mi tía y hacerme un buen cigarrillo.
Resulta que en esos tiempos, Pepe, había conseguido un  trabajito como auxiliar de educación en un colegio del Agustino, y por lo mismo, a diferencia de mí que era un estudiante desventurado, tenía el privilegio de tener un sueldo y de  granjearse ciertas comodidades. No bien lo vi mi espíritu afligido se reanimó, porque de hecho es un consuelo encontrar a un paisano en donde casi nadie te conoce; y más aún si existe la posibilidad de brindar unos vasitos de cerveza recordando tantos hechos agradables de nuestra lejana tierra. En efecto, Pepe, después de los saludos me propuso tomar unas cervecitas en un local de Striptease  que hace poco habían inaugurado por ahí y que podría haberse llamado El Mokambo, si me memoria no me falla.  Luego de aclararle que tal vez mi economía de estudiante no me permitiría retribuirle y frente a su disposición de correr con todos los gastos ingresamos al local donde vimos, por doquier,  mujeres en trajes ligeros que se contorsionaban en una especie de escaparate para evitar las manos atrevidas de los parroquianos.
No bien nos habíamos sentado a una de las mesas pegadas a la pared se acercaron y sentaron junto a nosotros dos muchachas en ropas menores evitando que pudiéramos salir y pidieron cuatro botellas de Champan. Pepe inmediatamente protestó porque él no había hecho ningún pedido; pero, las damiselas escanciaron el espumoso licor en los cuatro vasos dispuestos para los cuatro comensales que éramos contando a las chicas. Del brindis casi no participó Pepe porque  se sentía amoscado pues él no había hecho el pedido; sin embargo, yo viendo que el gasto ya estaba hecho le di unos sorbos al Champan. Culminado el brindis, las chicas se pusieron en retirada dejándonos con las botellas a medio acabar. En esas circunstancias se acercó el mozo con la cuenta que equivalía a los dos tercios del sueldo del auxiliar  Pepe. Frente a ello Pepe se negó a pagar argumentando que no había hecho el pedido. Entonces el mozo luego de una ligera discusión se retiró y vino en su lugar un negro paquidérmico y como un fogonazo lanzó la pregunta: ¿Vas a pagar la cuenta o no? A lo que Pepe respondió con un rotundo no. Entonces de un solo impulso el negro levanto del pecho a Pepe y en vilo lo traspaso por sobre el mostrador y entre los dos mozos empezaron a escrutar cada bolsillo del pantalón y camisa mientras el pobre Pepe me daba una tarjeta dándome indicaciones que llamara no sé a qué tío militar. Entonces el negro se dio cuenta que existía e hizo el amague de empezar la requisa conmigo; pero cuando vio que solo ponía a buen recaudo mi carnet universitario el negro cimarrón desestimó su intento.
Cada moneda extraída de los bolsillos de Pepe fue contada para abonar la deuda de los cuatro champanes que las nenas habían pedido y bebido y no alcanzaron a juntar la deuda total. Entonces el negro como compensación solo nos pudo lanzar la racista expresión: ¡Largo serranos de mierda!. Solo entonces se  nos ocurrió cobrar venganza por semejante saqueo y humillación viendo desfilar en el escaparate a las bellas putas que iban desprendiéndose de sus diminutas prendas y lanzándolo por los aires mientras nosotros permanecíamos abatidos acuclillados con las manos en las mejillas.
(Texto escrito hace algunos meses, motivo por el cual pueden encontrase ciertos anacronismos)

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