jueves, 16 de febrero de 2012

¡RESCÁTAME MAMÁ!


Doña Virginia se había marchado de vacaciones a Lima dejando la administración de su incipiente negocio al pequeño Francesco, es decir; dejando al gato de despensero. Hecho el inventario visual encontramos una botillería de licor de fantasía ralamente acomodados, una docena de latas de sardinas acomodados en forma de triángulo  en el entrastado y bajo el mostrador un par de cantaros de chicha rebosantes de espuma que se escapaba por entre las corontas que servían de tapa. El gordo Francesco alardeaba de su libertad e independencia con la llave entre sus manos mientras nosotros imaginábamos el camino que nos condujera a dar rienda suelta a nuestras sed que empezaba a despertar y no terminamos de saciar hasta ahora.
Una de esas tardes en la antigua Escuela de Chacas, cuyas ventanas daban a la plaza y el bullicio que producían los niños se escuchaban como una melodía festiva en las manzanas que circundaban la plaza, planeamos llegar al cántaro de chicha a través de un partidito de fulbito. La apuesta: un Sol de Oro por persona, obviamente producto de la mano furtiva que había incursionado en la caja de la tienda de papá. Los jugadores: Francesco Alva (Uruchi), Coñi Aguirre (Conejo), Marco Gracia (Llushtu), Matin Vidal (Matu), Henry Amez, Manfredo y Libio Zaragoza (Tsapa y Chichu Pishgu), Mesias Amez (Perico), Armando Saldaña, Gilberto Conroy (Gilbe) y yo. El escenario: la canchita de barro de la escuela en la que los dos equipos nos dispusimos cual combatientes después a  vencer o morir. El partido se fue animando por un gol del delantero Henry a quien todos temían marcar porque de un solo fierrazo  podía derribar al defensa más fornido. Luego de algunos encontronazos, canillas moreteadas, y algunos conatos de bronca el partido terminó 3 a 0 en contra de nosotros.
Sudorosos nos dirigimos a la tienda de doña Virginia  guiados por el inefable Francesco que iba delante nuestro haciendo chanzas y mofándose de nuestra derrota. Cuando llegamos a la vetusta puerta Francesco se apresuró a abrirla con la presunción de un hombre libre e independiente. Entramos todos los futboleros  con una sed de caballo luego nos despachamos cuantas jarras de chicha nos alcanzaban todas ellas premunidas del respectivo alcohol. Poco a poco el licor se introdujo en nuestros torrentes sanguíneos y el mundo empezó a darnos vueltas sobre la cabeza haciéndonos verificando la teoría de Copérnico que nos contaba el profesor que la tierra gira  y gira alrededor de  un cántaro de chicha.
Era una experiencia absolutamente inédita para todos que en cada uno de nosotros se traducía en  animación romántica, inspiración musical y en algunos en desesperación. Marco subido en el balcón gris declamaba poemas de su propia inspiración a Elvirita, mientras Francesco ensaya un huaynito a capela. En tanto Coñi en quien  la chicha con su punto había hecho estragos en su temple y su estómago, pues la chicha que había ingerido era regurgitada con una violencia espectacular lo que le desesperó hasta vendernos con sus gritos desesperados a través de la rendija de ambas hojas de la puerta. Alguien debió escucha  sus gritos en este pueblo, que en vacaciones estaba desierto, y contarle a su mamá que su hijo estaba en trance, pues de pronto la voz de su mamá que lo llamaba desde afuera nos convenció que estábamos perdidos, se había descubierto nuestra primera borrachera. Francesco se resistió a abrir la puerta que estaba asegurada con un candado de los tiempos de don Ishta, así que Coñi que gritaba desesperadamente: ¡Mamaaaá!  ¡Mamaaaá! ¡Mamaaaá! Fue sacado por el estrecho resquicio que formaba las jambas de la puerta.
Y desde esa vez cada que podíamos recurríamos a esa tienda en busca de algún líquido que saciara nuestra sed.  

jueves, 9 de febrero de 2012

LAS CURVAS ME ESTÁN MATANDO *

Iglesia de Chacas antes de 1970

"Los perros ladran cuando los tigres pasan";
Anuncio  de un antiguo vehículo.
Un camión verde estuvo estacionado durante meses frente a mi casa mientras mi niñez iba cuajando una curiosidad decidida en cada oportunidad de pendencia que la vida, frente a Plaza de Armas, iba regalándonos. En el  frontis (canastilla) tenía una inscripción imprecisa que denotaba obviamente una inconstancia del dueño en los predios del amor. “Amor Chacasino” era la inscripción  que le había puesto proclamando día y noche un amor indeterminado, inconstante, sin dueño ni destino, imperfecto qué duda cabe. Era uno de los pocos carros que rodaban por la recientemente inaugurada carretera Chacas San Luis. Un día el dueño trajo a unos extraños hombres vestidos de mameluco azul con manchas negras de grasa. Descapotaron  el vehículo sacaron una especie de caja negra e introdujeron otra y luego el camión empezó como a roncar con dificultad y revivió nuevamente.  Después de tantos meses el “Amor Chacasino” nuevamente se movió como un animal monstruoso despejando la vista a la plaza desde mi puerta. Luego entendí que todo ese periodo de inacción obedecía solo al desgaste de la batería.
Para los niños de mi generación el carro  generaba una especie de fascinación, de encantamiento por lo tecnológicamente inédito. Claro pocos eran los privilegiados  que podían viajar a las ciudades y así conocer estas bestias mecánicas que podían transportar gentes, ganado y “la mar de cosas” como decía mi tío Federico Vidal. Por esa fascinación sin duda, íbamos hasta Huanunga a esperar agazapados entre las pencas para evitar ser descubiertos por el “Cholillo” del ómnibus  de “Cóndor de Chavín”  o “Peru Andino” y treparnos (gorrear) a nuestro gusto en la escalera trasera. Era un viaje inimaginable que implicaba el gusto de engañar al “cholillo”, de ser trasportado sin hacer ningún esfuerzo y ver los surcos del campo verde y lozano  como estelas en el mar tras de nosotros. A veces cuando éramos descubiertos  recibíamos una nutrida golpiza que el pérfido chollilo manguera en mano no propinaba; o había alguno que rodaba en la curva masticando la polvareda de la derrota al ser expulsado por la fuerza gravitacional de bus. 
Claro, luego algunos chacasinos con posibilidades adquirieron algunos vehículos menores. Una de ellas la camioneta  DATSUN amarilla del Tío Estenio y la Camioneta Ford Bronco de Don Cornelio Fueron algunos que nos permitían sustraernos del esfuerzo de caminar   para ir de paseo o asistir a hurtadillas a alguna fiesta patronal, íbamos cual polizontes de un buque carguero en el regazo de los rincones menos imprevistos de sus tolvas .
Conforme crecíamos nuestras oportunidades de treparnos de manera lícita a un vehículo crecieron y claro también nuestras posibilidades de ver y enterarnos como la palanca podía servir como recurso de galanteo y enamoramiento. Sucede que unas señoras de los contornos de Jambón, un tanto emperifolladas con trajes coloridos,  aretes de perlas de fantasía y una dentadura relampagueante por las incrustaciones de oro y plata bebían hasta muy entrada la tarde en una cantina de la plaza. Eran un señoras de aquellas que por estos lares se les endilga el  epíteto  de “costa purisha”* con un castellano atropellado y una vida un tanto liberal. Pues, el primo Wenceslao había compartido  con ellas  algunas botellas de la novísima bebida denominada “Cerveza”, que por esos tiempos se iba haciendo popular. Ebrias ellas en la cantina más pintadita de Chacas consiguieron convencer a Wenceslao que las llevara en su camioneta roja recién adquirida con los beneficios que su mina le  otorgaba. Sentado al volante ebrio de amor  y ansioso de cortejo embarcó a las dos damiselas una a su diestra  y la otra en el asiento trasero. Claro, la más fortachona, la más “pode” como diría, Delmar, iba junto a él. Emprendió viaje junto a su gordura, que se empezaba a insinuar, y las dos cortesanas  al compás de  unos valsecillos llorones de Carmencita Lara y cada vez que escuchaba que el corifeo de la orquesta desde el fondo de la música decía “¡Pica cholo!” aplastaba el acelerador con furia mientras la palanca  de cambios se enredada por entre los pliegues de la falda azul de la Doña. Cada curva era un recodo agudo en la que los cuerpos de acercaban como un remolino de pasión. Con los cuerpos un tanto maltrechos llegaron a l fin a su destino la condenada curva de Jambón que nunca llegaba para la dama y que para el desconsuelo del conductor estaba cada  vez más cerca.
 El día siguiente las dos damas en el pueblo comentaban ese farragoso viaje entre los curiosos que querían escucharlas en los siguientes términos: “Ese Winshi desgraciao, ayer llevao a Jambón. Oyi, cada ratu meti palanca. Meti palanca por aquí, meti por aya. Cada curva encima de mío como  costal di papa, casi dar cachitada si no es por qui está masu menos”.

* Inscripcion vista en un camión de un comerciante muy conocido en Chacas.
* Que conoce la costa o ha vivido en la costa.
 

jueves, 2 de febrero de 2012

DOÑA ULA Y LA PISTA


Este último lunes estuvimos reunidos en Lima don José Zaragoza, Don Roque Otárola, El Consejero Regional  Wilfredo Ramírez Padilla, Kathy Zaragoza y yo. Se trataba de un almuerzo en el Club Ancash, generosidad de don José, luego de  algunas visitas a entidades públicas, para tratar algunos asuntos respecto de la construcción de la Carretera Carhuaz-Chacas-San Luis  los que esperamos se solucionen a favor nuestro por parte de SERNANP y el Ministerio de Energía y Minas.
La reunión de por si, por la presencia de todos los mencionados, fue sumamente grata y en ella, como siempre don Roque, puso de manifiesto sus dotes de narrador y evidenció nuevamente ser baluarte de nuestra tradición oral chacasina. Bueno, él nos regaló algunas historias breves que cual frescos festivos de nuestras imperdible vivencia infantil perduran en su recuerdo. Y como no puede ser de otra forma quiero compartir con todos ustedes mis queridos lectores estas dos breves historias una referida a Misael Noriega y otra a mi primo  Máximo Vidal (Venshi) insignes maestros de muchas generaciones.
La feligresía de alguna Virgen o Santo que el  santoral  de mi mente no recuerda, iba con paso tardo acompañando al santo cura que con la sotana  lustrosa de tanto uso se distinguía en la luz ambarina que las velas producían. La variopinta feligresía  que vela en mano manifestaban su devoción a la sagrada imagen  llevaba en procesión al santo o santa para pedirle que termine la sequía. Mientras un grupo de niñas vestidas de tul blanco se ahogaba con el humo de incienso en su afán de elevar la humareda por los confines del límpido cielo mientras la feligresía cantaba con furor el Ave María. De entre el gentío se distinguía una voz  grave, como si se produjera de una trombón, destacándose del resto voces que en su mayoría eran de mujeres y niños. La curiosidad de doña Maura para descubrir la voz de barítono colisionaba con su recato para comportarse en una procesión; de modo que su inicial inclinación a voltear  fue reemplazada por la pregunta a su comadre Ula que caminaba a su lado: “Coma, ¿Pitá parlantinora cantaycamun?”(*). Doña Ula más desenvuelta  torció el cuello, reconoció al púber de cuya garganta se producía la voz y respondió: “Don Helipa teta voz choluncha”(**), legandole casi para siempre, al púber, el sobrenombre para el deleite de sus pares.  
Por esos mismos tiempos corrían en tropel la muchachada entre ellos un mozalbete de que en estos lares se denominan “Awilan watasha”(***) que traducido a términos de conducta  sería algo así como engreído y sobreprotegido. Pues iba este entre  los otros haciendo alboroto y en su descontrolada huida accidentalmente arremetió  contra la estabilidad de doña Ula que iba envuelta en su pañolón negro camino a la iglesia,  quien resultó con su humanidad en el empedrado como una calabaza. Repuesta del susto y de la caída expresó como un furibundo dardo lo siguiente: “Imananquita, aw  Don Pushpipa ichiclla itzoj goruntan ninasha cholu”(****).  Capicho, camarada del mozalbete empujador tal vez por su ingenuidad o con malicia respondió: “¿Reguinquichi?”(*****), generando la hilaridad de todos los presentes, luego  la vieja Ula escupiendo una andanada de insultos persiguió al respondón a pedrada limpia olvidándose de sus oraciones matutinas.
(* ) Comadre, ¿quién es aquel que canta como un parlante?
(**) Hijo de voz gruesa de don Heli.
(***) Criado por la abuela
(****) Oye joven con un parecido al pequeño testículo de Don Pushpi, ¿qué tienes?
(*****) ¿Conocerás?