martes, 18 de octubre de 2011

EL SACRISTAN Y LA MONJA

Cuando vio que su madre ya no se recuperaría y que el día fatal estaba cerca, no tuvo más alternativa que la resignación. Resignación que se manifestó en la decisión de tomar la mortaja bermellón para irse al  pueblo a buscar al cura Corazzola. Este, era uno de esos  curas resueltamente locos e intolerantes que en su redil no permitía otras cofradías que la suya, llegando incluso a perseguir a los evangelistas cual cruzado frenético y arrebatado  tras de los moros impíos. Un día llegó a quemar en plena plaza pública las Biblias  que los infieles y paganos evangelistas invocaban en su mesiánico culto.
Maura había cogido, además de la mortaja  como forma de pago por la bendición de la mortaja, una gallina que tascaba unos granos en el corral. Con la gallina en un sobaco y en el otro la mortaja emprendió  camino hacia Chacas donde moraba en Santo Cura. Luego de vencer la dura cuesta que separaba su casa de Chacas llego al fin a la verde plaza que en ese momento casi podía hacerla pensar que se trataba de la plaza de un pueblo fantasma. Subió camino a la casa del cura, puso la aprisionada gallina  y la mortaja morada sobre el piso, tomo aire y con la esperanza de encontrar al cura tocó la puerta, lo único que respondió fue un largo y sepulcral silencio. El cura no estaba.   
Bajaba hacia a la plaza desalentada cuando de pronto surgió por una puerta azul un rostro de obispillo, a quien consultó sobre la ubicación del cura. Entablose entonces una breve conversación entre ambos resultado del cual fue que Maura ya estaba en la sala de la susodicha vivienda, esperando a la monja del convento de Huari que le había dicho el sacristán que por suerte se encontraba de visita y que tal vez podría bendecir la mortaja.
Mientras, en su dormitorio una robusta y rubicunda mujer cogiendo una sábana blanca    y un tul  negro los adecuaba para  envolver sus robusteces para cumplir como hermana de la Congregación de las Descalzas una bendición a favor de alguien que estaba a punto de encontrase con nuestro señor Jesucristo. En  el caño del patio trasero el autoproclamado sacristán preparaba el agua bendita  en una garrafa pulcramente revestida de oropel por sus bordes, doblaba un paño  blanco y acicalaba algunas flores de cartucho para los  santos oficios que estaban próximos a celebrar entre él y la hermana Indulgencia. En tanto Maura agradecía a Dios,  nuestro salvador, por la suerte de haber encontrado a la monjita para bendición mientras la gallina mancornada  yacía silente con el pico hincado sobre el piso rojo carmín de la sala.
Casi como una ráfaga de aire entró  en la sala la hermana Indulgencia seguida del sacristán, que se había colocado en la cintura un cordón del Señor de los Milagros,  con todos sus utensilios litúrgicos. La hermana Indulgencia con un tono afectadamente extranjero y conminatorio ordenó a la mujer a ponerse de pie y extender entre sus manos la mortaja para proceder a la ceremonia de bendición de la prenda mortuoria. Improvisó un Pater Noster , un  Ave María, gratia plena, unas frases inconexas en latín  solicitó el agua bendita al sacristán que atento  se lo alcanzó. Con la flores de cartucho roció con el agua de la garrafa y nuevamente masculló   unas frases en latín que para los gentiles no está permitido entender y la mortaja estaba ya bendecida; y vengase por aquí la gallina.
Maura se despidió muy agradecida con la firme convicción  que su madre tenía asegurada un boleto a la eternidad en la diestra de nuestro salvador. Entre tanto la monja y sacristán, despojados de su  improvisada indumentaria  se disponían a despellejar la gallina y tomarse un sustancioso caldo a costa de un latín  supuesto.   

2 comentarios:

  1. Soy un hincha de lo que escribes.....

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  2. UNA VEZ ESCUCHE QUE LA ROBUSTA MUJER QUE SE HIZO PASAR DE MONJA, FUE LA INSIGNE DAMA CHACASINA MAMA DE YAQUI, ES DECIR LA SEÑORA PILAR AMEZ ¿O NO?

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