viernes, 15 de abril de 2011

UNA RUBIA, UN ARPISTA Y LA LEY SECA ROTA



Hace mucho tiempo, cuando creia que el APRA que en ese entonces me parecía una organización política - ahora me doy cuenta que es más bien una organización mafiosa cuyo clon es el fujimorismo – y cuando algunos amigos eran electores de Chacas solamente para visitarnos en las elecciones y hacernos romper el deber siempre incumplido de no beber durante la ley seca;  y cuando votar por alguien era casi una pasión romántica, y ahora – como dijera Vallejo- que me asfixia Huaraz me puesto a recordar  algunas circunstancias de la fractura de la ley seca y sus consecuencias.
No diré nombres para evitar algún malentendido. Solo referiré circunstancias y protagonistas anónimos, porque además algunos episodios pueden ser ficticios porque mi memoria suele a veces ser mutantis mutanti.
Los amigos llegaron en vísperas de las elecciones presidenciales justo para iniciar la ley seca - eran dos cantantes recién estrenaditas, digo en el canto - y el esposo de una de ellas. Por ese entonces yo tenía un negocio que además de panadería funcionaba como bar cuando las circunstancias lo meritaban. Así que empezamos a romper la bendita ley seca con un pomo de Ron Medellín, un huaynito a  dúo y capela de las flamantes intérpretes. En eso estábamos cuando entre los presentes surgió la idea de contratar a un arpista. Así que nos dirigimos al domicilio del arpista quien se negaba salir de su casa sin escuchar antes a las cantantes. Tuvimos que utilizar nuestra capacidad  persuación y un buen soborno  para que el arpista saliera con el arpa sobre el hombro como escapándose de la esposa histérica. 
Llegado a la panadería el arpista se puso a afinar su arpa mientras las trovadoras y todos los amigos que constituíamos la comparsa - que no éramos pocos - nos despachábamos por los menos tres frascos más de ron de la tierra Pablito Escobar. Claro que de vez en cuando el arpista de temple en temple  abrevaba un sorbo de ron a su estomago hebreo. Ya entrada la  media noche  la jarana estaba en su punto entre cantos, bailecitos y un suculento piqueo de atún. Y lo que prosiguió fue que fueron cayendo por efectos del brebaje colombiano la rubia trovadora y el arpista engreído que solo soltaba sus acordes de cuando en cuando y si era estimulado por un vasito de ron. La rubia trovadora tuvo que ser acostada en mi lecho de célibe desordenado pero libre como el viento. Mientras el arpista era conducido casi a rastras hecho un estropicio por su estado de ebriedad sin su arpa al que había abandonado a su suerte y que yacía rota entre los escupitajos y colillas de cigarros.
Pues esa noche expulsado de mi cuartel fui acogido en la casa de uno de los amigos visitantes.  Solamente que la ironía democrática hizo que, yo, personero del APRA estuviera durmiendo en el local de Acción Popular.     


1 comentario:

  1. Buena manuel, y ahora en segunda vuelta... Comando Manuel o Comandante Manuel...
    saludos desde yanama, y a proposito llegan las noticias que nuestros paisanos estan renegando por el cierre temporar del via... de veras QUE MAL q no se comprenda la real dimension de la obra
    atte jose ayala

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