martes, 29 de marzo de 2011

UN BÚHO EN MI EMPALIZADA

Capilla de Chinlla-Peru
Tierra de "Chuncho", Carlos Obregon
                A ningún serrano supersticioso, piadoso y devoto del santo patrón o santa patrona de su pueblo le resultará grato ver a un búho y mucho menos lo considerará de buen augurio. En nuestras serranías la presencia de un búho (Tuco) es signo de mala suerte y su graznido señal de que alguien cercano va a morir.   
                En tiempos no muy lejanos,  los chacasinos para salir de Chacas tenían que viajar por el camino de herradura de la Quebrada Honda y el hospedaje ineludible era la casa de don Ishta Alva, en la localidad de Marcará. Ahí arribaban conocidos y desconocidos para descansar del largo y tortuoso viaje de ocho o más horas  dependiendo de donde provenían y con qué peso. Además de la cálida cama con frazadas de lana de oveja que tenía preparada don Ishta para todos sus paisanos, tenía la calidez chacasina para recibir a sus contertulios. Como en el poema de Manrique que decía nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir, nuestras vidas eran los ríos que daban a la mar que era la casa de don Istha Alva.
                Sucede que un día un chaman de esos que andan por los pueblos vendiendo sebo de culebra, brebajes  para el descenso o la histeria de las mujeres abandonadas, llegó a altas horas de la noche con sus trastos llenos de hierbas y un búho en el hombro. Cuando don Ishta abrió la puerta de su hospedaje atendiendo al golpe desesperado de una mano extraña detrás de la puerta  se le crispó los pelos al ver al malagüero búho sobre el hombro derecho del aun desconocido, para él, herbolario curador de maleficios.
                Repuesto del susto y aclarada la presencia de tan anodino sujeto lo hospedó con la amabilidad que siempre demostraba a sus eventuales huéspedes. Le preparó una saludable y abrigada cama para que pudiera descansar por esa noche; porque al día siguiente tenía que pasar a Chacas que estaba próxima a celebra su fiesta patronal.
                     Así que se tendió de bruces en la mullida cama que olía a naftalina para ahuyentar  a las polillas y  se quedó profundamente dormido. Mientras tanto su búho amarrado en la empalizada del patio de acicalaba y  disfrutaba de la oscuridad de la noche, y tal vez por ello emocionado empezó a graznar. El lúgubre  graznido despertó a Mallshi, que dormía en una especie de cuchitril cerca a la empalizada. Se puso pálido y tieso al escuchar el graznido que para él era como una aviso de muerte de alguien cercano. Se envalentonó y salió sigiloso al patio, vio al funesto búho sentado sobre el palo que horizontalmente sostenía al pájaro noctámbulo. No pensó dos veces, retornó a su mísero aposento cogió el machete, caminó discretamente, se acerco al búho y de un certero machetazo le cercenó  la cabeza

1 comentario:

  1. Esta narración trae a mi recuerdo, por sociación de ideas, la crónica referentea a los apodos o alias en Chacas. Todos los hermanos Fortuna Egúsquiza (los del "Pasaje Olaya"), eran conocidos como los "Tucos"; ninguno de ellos se dejan ver en los últimos años, el único sobreviviente es el "Tuco Ulbio" residente en Chacas.

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